Un equipo de científicos ha descubierto el gen asociado al ‘sexto sentido’ en los seres humanos. Se llama PIEZO2 y controla los aspectos específicos del tacto y de la propiocepción. Es decir, describe la conciencia de nuestro propio cuerpo en el espacio, informa el portal Medical Express.
La investigación ha sido realizada con la ayuda de dos pacientes, de 9 y 19 años, que padecen un trastorno neurológico raro y poco estudiado con mutaciones en este gen. Ambas tienen problemas de movimiento y equilibrio, deformaciones en la cadera, dedos y pies, y una curvatura anormal en la columna, diagnosticada como escoliosis progresiva.
Como resultado, los científicos determinaron que las dos pacientes carecen de conciencia corporal (cuando se les venda los ojos apenas pueden caminar), son menos sensibles a ciertas formas de contacto (no se activa ninguna zona cerebral cuando se les acerca un aparato que vibra), pero sin embargo, tienen desarrollado el sistema nervioso con normalidad (son capaces de sentir dolor, picor y cambios de temperatura).
“Diseño de nuevas terapias”
“Nuestro estudio pone de relieve la importancia crítica del PIEZO2 y los sentidos que controla en nuestra vida diaria”, ha declarado Carsten G. Bonnemann, investigador principal del estudio, explicando que este gen es responsable del tacto y de la propiocepción, pero no de la detección de temperatura o de dolor.
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“Lo destacable de estos pacientes es que sus sistemas nerviosos compensan la falta de tacto y conciencia del cuerpo”, indica Bonnemann. “Esto sugiere que el sistema nervioso puede tener varios caminos alternativos que podemos explotar en el diseño de nuevas terapias”, afirma.
¿Responsable de la torpeza?
Asimismo, los investigadores especulan sobre si las diferentes variantes del gen PIEZO2 podrían ser las responsables de que una persona sea torpe o, por el contrario, coordinada.
“¿Podría un gen PIEZO2 minuciosamente controlado contribuir a un rendimiento deportivo superior de un atleta o, asimismo, un gen mal controlado contribuir a la torpeza?”, plantea Bonnemann. “Creo que no es imposible”, concluye.