Cuando el presidente Danilo Medina dio el primer palazo para reiniciar los trabajos de la presa de Monte Grande el 13 de febrero del año 2014, prometió que esta importantísima obra de desarrollo agropecuario, agroindustrial y energética, estaría lista en julio en curso de este año 2016. Aquel día la firmeza del mandatario en sus expresiones, llevó al ánimo de los miles y miles de habitantes de las provincias de Barahona, Bahoruco e Independencia, de que por fín había llegado la hora del Sur. Pocos meses después, la obra fue paralizada.
En el citado evento tanto el presidente Medina, como el director del INDRHI y la empresa constructora, ponderaron su importancia e impacto sobre todo el Valle de Neyba, su incidencia en la seguridad alimentaria del país, su importancia como generador de ingresos y la posibilidad de exportar varios rubros a Haití, por su cercanía y buenas vías de comunicación. El control de inundaciones y nuevas técnicas de regadío, fue también resaltado.
Pero ahí no paraban los beneficios de la presa de Monte Grande. Con la puesta en marcha del complejo, se lograba también la seguridad hídrica del Valle de Neyba para los próximos 100 años.
Es decir, que en todo el siglo XXI tendríamos disponibles para potenciales inversionistas, centenares de miles de tareas en un Valle fértil y una red de canales que garantizarían la rentabilidad de aquellos que colocaran sus capitales en cualquiera de las tres provincias directamente beneficiadas de las aguas de la presa.
No es ocioso recordar también la hidroeléctrica, que asegurará un retorno económico, financiero y social más rápido de la inversión. También la producción de peces de diferentes especies y el programa de reforestación. Por donde quiera que se mira, el proyecto de la presa de Monte Grande, es progreso, desarrollo económico-social y ambiental, para una de las regiones más pobres y abandonadas del país.
Ahora bien; ¿qué rayos está pasando con la presa de Monte Grande? Lo primero que esgrimieron las autoridades dominicanas para frizarla fue la crisis de Brasil, citando los problemas de corrupción de los gobiernos de Vilma Rouseff y Lula-Oldebrecht.
También las luchas políticas internas por el poder. Estos ingredientes fueron luego mezclados con una interminable revisión profunda de los costos financieros y la dimensión de la obra, que han generado dilatadas negociaciones, que en la práctica han colocado la presa en cuidados intensivos, tirada en una Colombina sin ventilador, sin medicamentos y sin suero.
Una sólida coalición de hombres y mujeres de las tres provincias está luchando fuerte, reclamando la reanudación de la presa, visitando los medios de comunicación de la capital, ejecutando reuniones y realizando marchas.
Mientras tanto, los funcionarios de Barahona, Bahoruco e Independencia, no dicen esta boca es mía. Nuestros legisladores son mudos y cuando hablan, desinforman. Nuestros alcaldes no saben nada y el INDRHI, ahora presta su atención en otras partes del país.
Entonces yo me pregunto: ¿Ha muerto la presa de Monte Grande?
POR VIRGILIO GAUTREAUX