La simple construcción lingüística de los términos involucra ideas completamente diferentes, hacer el amor y tener sexo es tan distinto que a muchas personas les parece repulsivo uno del otro. Involucran lo mismo: dos cuerpos semidesnudos o completamente desnudos
, besos, caricias y la penetración de alguna parte del cuerpo al interior del otro, pero la connotación cambia tanto que unos conciben como imposible alguno de los dos términos.
Para los que se empeñan en decir que es mejor tener muchas parejas sexuales antes de enamorarse, escuchar el término
“hacer el amor” provoca náuseas; lo equiparan a un término soso y poco aventurero, algo meloso y cursi que nadie quiere en sus vidas. Por supuesto, del otro lado están los románticos empedernidos, aquellos que prefieren a toda costa involucrar los sentimientos antes de que los cuerpos se toquen y uno penetre al otro. Para ellos tener sexo está bien pero nunca ganaría la batalla entre los términos, no porque, como recitan las mentes puritanas, debes amar a esa persona para hacerlo, sino más bien porque entregarse al otro y lograr esa conexión mutua sólo se logra por completo en momentos únicos.
Hacer el amor involucra un ideal de romanticismo místico que muy pocos están dispuestos a cargar. Con miedo se acercan a alguien que quiera “hacerlo” y prefieren entregarse al momento, al placer antes de crear una conexión sentimental intensa con la otra persona.
En realidad, hacemos el amor y tenemos sexo en diferentes ocasiones. No importa cuánto ames a tu pareja y cuán entregado estés en ese momento. A veces simplemente tienen sexo y está bien; los cuerpos se liberan, las energías fluyen, los orgasmos llegan y las piernas tiemblan cuando el acto finaliza; un gran indicio de que ese momento, sólo para los dos participantes, cumplió su cometido… tuvieron sexo, disfrutaron y se deshicieron de placer el uno en el otro. Evidentemente, logras tener sexo muchas más ocasiones en las que haces el amor. Sin importar si tienes una pareja, porque… ¿de verdad todas las veces que están a solas y tienen sexo hacen el amor?
Cuando pienso en “hacer el amor” mi mente se remite a aquellas películas en las que dos personas, solas en una cabaña recóndita, comienzan a quitarse la ropa lentamente mientras la fogata mantiene el calor que ya no necesitan porque sus cuerpos arden. Probablemente este cliché no sea el más apropiado pero sin duda, “hacer el amor” sólo ocurre en algunos momentos, esos ideales para que la pasión y el romanticismo ocurran. Tal como un eclipse de sol o la luna llena, son periódicos aunque nuestra pareja sea estable.
La mayoría de las veces nuestro cuerpo pide un momento de intimidad que alivie los espasmos, la cara larga y la piel reseca. Entonces, tengamos pareja o no, acudimos con alguien que pueda sacarnos del apuro. Tenemos sexo, liberamos endorfinas y los dos, al final, contentos duermen hasta el día siguiente. El sexo es grandioso, sin dudas. Un rapidín, el que ocurre antes de que alguien más llegue a casa de tus papás, el sexo casual y sin compromisos o el sexo con el amor de tu vida, todos son igual de válidos.
Hacer el amor, como su nombre lo indica, involucra el sentimiento romántico que busca la conexión profunda con la otra persona. Pero aceptémoslo, ni dos tórtolos enamorados que tienen relaciones cada tres horas logran disfrutar la primera, la segunda y la tercera vez como si de verdad, entre los dos, lograran construir ese símbolo abstracto llamado “amor”, aquél que imaginamos de un color rojo y ondulantes corazones capaces de salvarnos de la caída libre que el mismo provoca.
El amor puede expresarse a través del sexo y probablemente, aunque poco recomendado, el sexo puede también llegar a generar amor. Las dos cosas crean emociones completamente diferentes. Puedes o no estar enamorado de alguien, hacer el amor o no con tu pareja, o tener sexo con quien te plazca. Mantén la diferencia clara, no uses una como sinónimo de otra, y piensa en Woody Allen y sus siempre sabios consejos: “La respuesta está en el amor, pero mientras esperas la respuesta, el sexo detona algunas buenas preguntas”.