Haití.- Unas pocas docenas de soldados brasileños vestidos con los cascos azules
de la fuerza militar de Naciones Unidas, patrullan por una densa maraña de casas en la favela más conocida de Haití. La mayor amenaza es un puñado de perros ladrando en algunas de las calles donde las balaceras entre bandas y cascos azules
solían ser diarias.
Años de patrullas sencillas como esta, en una tarde reciente en el húmedo distrito de Cité Soleil envían una clara señal para muchos, tanto en Haití como en todo el mundo, de que es hora de desintegrar la fuerza de la ONU que ha estado controlando la nación caribeña desde que una revuelta en 2004 dejó al país sumido en la violencia.
“Tenemos un ambiente seguro y estable”, dijo el coronel Luis Antonio Ferreira Marques Ramos, subcomandante del contingente brasileño de cascos azules a The Associated Press. “Lo importante es salir bien”.
Ante la reducción constante de las operaciones que efectuó la misión de paz en Haití en los últimos años y la presión del gobierno estadounidense de Donald Trump para recortes, Naciones Unidas estudia enviar a casa a los 2.358 soldados de 19 países contribuidores que integran su fuerza, quizás en cuestión de meses. El jefe de la misión de paz de la ONU, Herve Ladsous, dijo durante una visita reciente a Haití que el componente militar “es probable que desaparezca en un futuro relativamente cercano”. Los funcionarios no se han pronunciado sin embargo sobre los cerca de 2.200 policías extranjeros que lo acompañan.
Washington, el principal contribuidor económico a la misión en Haití, está presionando también para revisar las otras 16 misiones de paz activas de la ONU. Un diplomático, que habló bajo condición de anonimato por el carácter privado de las conversaciones, dijo a la AP que la nueva embajadora de Estados Unidos ante Naciones Unidas, Nikki Haley, se pronunció a favor del fin de la operación de paz en Haití, conocida por su acrónimo en francés MINUSTAH.
“La MINUSTAH en Haití es un muy buen ejemplo de una misión que básicamente ha hecho su trabajo. Así que estaremos muy contentos de su cierre”, manifestó el representante británico en la ONU, Matthew Rycroft, en una conferencia de prensa en la sede del ente en Nueva York.
Se espera que el Consejo de Seguridad de la ONU decida sobre la reconfiguración de la misión, que tiene un coste anual de 346 millones de dólares, a mediados de abril tras revisar las recomendaciones de Ladsous.
Sin embargo, la salida de las tropas del país no significa el final de la Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití.
Las operaciones de agencias como UNICEF y el Programa Mundial de Alimentos seguirán en marcha. Según analistas, los funcionarios estarían considerando mantener el personal civil y la fuerza policial de la ONU para continuar construyendo y formando a la policía nacional.
“Esto no tendría precedentes en la historia de las misiones de paz de la ONU. Normalmente, la policía solo sirve en misiones de mantenimiento de la paz con apoyo y respaldo militar. Pero es una opción creativa para reducir el tamaño y coste de la misión mientras la MINUSTAH se prepara gradualmente para una retirada completa”, señaló Aditi Gorur, que investiga aspectos relacionados con los cascos azules como director del centro de estudios Stimson Center de Washington.
La primera misión de “estabilización” de la ONU llegó a Haití en 2004 tras una revuelta que derrocó al presidente Jean-Bertrand Aristide y que puso al país, aquejado por problemas crónicos, al borde del colapso. Se produjeron enfrentamientos letales entre pandillas leales al bando de Aristide, rebeles y exsoldados, y la policía. A esto le siguió una serie de asesinatos y secuestros, que buscaban desestabilizar el gobierno interino respaldado por Estados Unidos.
Durante años, las tropas uniformadas de Naciones Unidas fueron las únicas que proporcionaron seguridad real en el país.
Pero a día de hoy, la policía haitiana hace la mayor parte del trabajo y el estado de ánimo del país ha cambiado. Los cascos azules tardaron tres años en hacerse con el control del vasto distrito de Cité Soleil, que ahora es un sitio tranquilo a pesar de que sus residentes viven en una situación de pobreza extrema.
Reporteros de AP se unieron recientemente a soldados de la misión de paz y a cuatro policías nacionales en una patrulla a pie sin incidentes y en un puesto de control en un vecindario de Cité Soleil que antes estaba controlando por bandas.
“¡El trabajo estuvo bien hecho!”, dijo el capitán brasileño Leandro Vieira Barboza a los agentes haitianos durante una charla tras la acción conjunta. “Estoy seguro de que después de que la misión finalice, su buen trabajo continuará”.
En medio de una relativa estabilidad, legisladores haitianos debaten si es hora de que el país asuma por fin su propia seguridad.
“El gobierno necesita negociar la salida de la MINUSTAH lo antes posible”, señaló el senador Patrice Dumont, que presenta el departamento del Oeste, donde reside alrededor del 40% del electorado del país.
Pero el presidente, Jovenel Moise, y líderes legislativos sostienen que la importante mejora de la fuerza policial no es suficiente. Quieren un ejército real para sustituir al que fue abolido en 1995 tras una largo historial de golpes de Estado y abusos de derechos humanos. La reconstituida fuerza militar crearía puestos de trabajo, protegería las fronteras y ayudaría en desastres naturales, apuntan.
Pero con las arcas del país tan vacías que muchos funcionarios no reciben sus salarios, crear un nuevo ejército requeriría un continuado apoyo internacional, dijo Jake Johnston, investigador en el Center for Economic and Policy Research en Washington.
Pero Kenneth Merten, coordinador especial del Departamento de Estado de Estados Unidos para Haití, señaló que “sería difícil imaginar apoyo financiero estadounidense para recrear el ejército haitiano”.
Durante la patrulla por Cité Soleil, donde viven más de 400.000 personas, un grupo de hombres se sentó a la sombra y miró como los soldados brasileños pararon a conductores en el puesto de control. Se echaron a reír al ser preguntados por las ambiciones militares de sus líderes. Semanas antes de dejar el cargo en febrero de 2016, el entonces presidente Michel Martelly aprobó un decreto para reinstalar un ejército, pero no existe uno real.
“¿De dónde van a sacar el dinero para pagarles? ¿Cómo cree que van a actuar los hambrientos soldados haitianos?”, apuntó Jonas Nicolas, un panadero con edad suficiente para recordar los escuadrones de la muerte de patrocinio militar. “No, a mí me gustan los chicos de la ONU con nuestra policía”.
Algunos de sus compatriotas, sin embargo, consideran que los cascos azules son una fuerza de ocupación. “No me gusta ver a extranjeros con armas por mi país”, declaró Jean Acao, que vende refrigerios en un puesto callejero.
La estancia de la misión de paz en el país no ha estado exenta de problemas. Recibieron elogios por aumentar la seguridad, allanar el camino para la celebración de elecciones y proporcionar un apoyo clave tras desastres, especialmente luego de un devastador terremoto en 2010. Pero algunos de sus miembros fueron acusados de un uso excesivo de la fuerza, violación y de abandonar a los bebés que engendraron.
Sin duda se les recordará por haber generado, sin darse cuenta, el brote de cólera más letal de la historia reciente por el mal saneamiento de una base utilizada por fuerzas nepalíes.
Algunos haitianos están molestos porque la larga estancia de los casos azules no ha cubierto sus expectativas a pesar del hecho de que levantar nuevas instituciones y estabilizar países delicados como el suyo puede tomar mucho tiempo.
“¿Haití no debería ser mejor tras todos estos años de la MINUSTAH y apoyo internacional?”, se preguntó Stevenson Belizaire mientras caminaba por un canal atascado con basuras.