Hipólito Mejía fue un presidente muy original, “atípico” en el lenguaje de los politólogos y sociólogos. Era un hombre sin luces intelectuales, pero dueño de un aura e imán envolvente para atraer a la gente.
Actuó como un político locuaz, que le gusta interactuar con la gente, que disfrutaba hablar a través de la radio y la televisión y que lo hacía sin rebuscamiento. Conversaba con sencillez, como lo hace el pueblo de a pie.
Hipólito rompía el protocolo usualmente para darle un abrazo, un apretón de mano o un simple choque de mano a cualquier conocido, mientras asistía a cualquier evento.
Era tal su empatía, que en una ocasión tuvo que hacerse una revisión médica, después que una anciana le dio un cariñoso abrazo tan fuerte, que casi le rompió una costilla.
En los dos primeros años de su gobierno (2000-2004) Mejía alcanzó astronómicos puntajes de aceptación popular, como ningún mandatario que le precediera. Encuestas de la época llegaron a darle a entre 68 hasta 74% de popularidad.
En las elecciones de medio término del 2002, debido a su encumbrada popularidad, el Presidente Hipólito Mejía arrasó con veintinueve senadurías, la mayoría de los diputados y alcaldías del país.
Esta empinada tasa de aceptación a su personalidad, estilo y obra de gobierno, provocó la embriaguez con el poder del agrónomo Mejía, por lo que patrocinó un torpe proyecto releccionista que lo desalojó del poder junto a su partido en el año 2004, poder que no han podido reconquistar.
Es importante destacar que antes de imponer una Reforma Constitucional, para dar cuerpo a su ambición releccionista, Mejía proclamó en sesenta y dos (62) ocasiones que nunca iba a repostularse. Traicionó su palabra. La echó al zafacón.
El popular Presidente Hipólito Mejía de los dos primeros años de gobierno, salió de la Mansión de la Doctor Delgado flagelado y disminuido, con una tasa de popularidad de apenas un 18%, manchado con el tizne de la corrupción, con la peor inflación y una tasa de cambio del dólar de sesenta por uno.
Recuerdo estos datos para curar la amnesia del pueblo dominicano.
EL AUTOR es Profesor de Sociología. Reside en Santo Domingo.
Por RUBÉN MORETA