El próximo miércoles 16 de agosto Danilo Medina cumple el primer año de su segundo mandato y el quinto de su gobierno. Es un año marcado por un progresivo rechazo a la gestión de gobierno que encabeza. Nada le ha servido para recuperarse: ni nuevas promesas, ni jugar al desgaste del movimiento de protesta, ni las bocinas de alabarderos en los medios de comunicación, ni desviar la atención de la opinión pública, ni dividir la oposición. Por ningún medio ha podido rescatar la imagen que en algún momento pudo tener su gobierno. Arrastra, Danilo Medina, como pesada cadena, un mal de origen.
Danilo Medina construyó al Danilo presidente. Uno sabía que él no representaba una ruptura con el gobierno de 12 años de Leonel Fernández. Pero Danilo, venciendo obstáculos, construyó una imagen de resistencia y, no solo alcanzó la nominación de su partido sino la presidencia de la República.
Entonces ocurrió que el Danilo presidente destruyó la imagen construida de Danilo Medina.
Como recordamos, el Danilo candidato había adjurado de la reelección. En múltiples oportunidades dijo que no se reelegiría y desarrolló copiosos argumentos del daño que le hacía a nuestro país la reelección presidencial. Pero sucedió que el Danilo presidente, desde el primer día que pisó el Palacio Nacional montó un proyecto reeleccionista. Las visitas sorpresa en sustitución de las instituciones, programas, proyectos y políticas públicas, centralizándolo todo en este presidente “benefactor”, eran claros indicios. Hasta que públicamente el Danilo presidente se declaró reeleccionista. La gente ese día descubrió al verdadero Danilo Medina. Pudo ver cómo era capaz de mentir sin rubor alguno. La gente vio que el primer mandatario de la nación no le daba ningún valor a la palabra empeñada.
Para lograr su objetivo, Danilo tuvo que dar la estocada mortal del magnicidio presidencial: nuevamente la gente fue testigo de cómo, a precio de mejor postor, compró a senadores y diputados, modificó la Constitución e introdujo la reelección en su propio beneficio. Ese fue el instante en que, a los ojos de la gente, Danilo Medina quedó desnudo como lo que realmente es: un político tradicional y simulador, un politiquero de los tantos que actúa en política de acuerdo a las conveniencias, sin sujetarse a principios ni a convicciones de ninguna especie.
Esta y no otra es la pauta clave que marca este nuevo periodo del gobierno de Danilo Medina. No es sólo lo que él hizo, sino que la gente descubrió su naturaleza, sus mentiras y engaños. A partir de ahí, para Danilo todo ha sido diferente. Este es, posiblemente, el año de más larga duración para un presidente dominicano.
Ahora resulta que, revelada la farsa, en todo lo que dice o anuncia el gobierno de Danilo Medina, la gente lo que se preocupa es por descubrir cuál es la verdad de la nueva mentira que nos dice. Busquemos pues la verdad, en muchas de las mentiras propagadas:
Elección ilegítima. Es de rigor empezar por el principio. Danilo Medina, para su reelección se valió, sin límites ni control, de los recursos del Estado. Clientelismo en todas sus manifestaciones. Nunca hubo una línea divisoria entre el candidato y el presidente reeleccionista. No importó que se le exigiera tomar una licencia ni que se denunciara que los ministerios funcionaban como comités de campaña de la reelección. Finalmente, Danilo se impuso en las elecciones más fraudulentas e irregulares de los últimos 30 años. Centenares de colegios electorales anulados. Miles las actas trastocadas. Aun hoy día no sabemos cuál fue el resultado del proceso electoral que le asignó, no se sabe como, un 62% de las votaciones. Y así fue proclamado presidente por una Junta Central Electoral bajo el control de su partido. Esa es la verdad de la reelección ilegítima de Danilo para este, su segundo mandato.
Falsa institucionalidad democrática. En el gobierno de Danilo se ha profundizado la quiebra de la institucionalidad democrática. Formalmente hay un Congreso y un Poder Judicial, pero en realidad lo que existe es el poder absoluto del presidente de la República y del Comité Político del PLD, y son estos quienes toman las decisiones importantes que deben adoptar aquellos poderes. Precisamente por esta situación, los partidos de oposición, en bloque, reivindicaron que no hubiera reparto entre los partidos para la integración de los órganos arbitrales; que se eligieran sus miembros en base al criterio de independencia partidaria, capacidad y honestidad; que ese era el modo de garantizar instituciones creíbles y confiables para fortalecer la institucionalidad democrática. Danilo y el PLD rechazaron esta propuesta y terminaron eligiendo unilateralmente los integrantes de las altas cortes. ¿A quiénes deben los integrantes de esos órganos sus cargos? Al favor de Danilo y de la mayoría peledeísta que los eligió. En situación de crisis ¿dónde estarán sus lealtades? Por eso en la República Dominicana otra verdad es que las instituciones democráticas son una farsa. (Continuará).