Alejandro Díaz de León (Ciudad de México, 1969) es uno de los grandes favoritos para relevar a Agustín Carstens al frente del Banco de México. Recibe a EL PAÍS en su despacho, en pleno centro de la capital mexicana, minutos antes de entrar en la reunión de la junta de gobierno y a las puertas de una semana clave en su carrera profesional. La breve conversación presencial tiene prolongación, horas más tarde, en una también breve charla telefónica. Una cosa queda clara: como buen funcionario de banco central que se precie, Díaz de León no es amigo de las especulaciones y los escenarios futuribles.
Pregunta. El 30 de noviembre Agustín Carstens dejará el cargo de gobernador del Banco de México. ¿Sería deseable que su relevo fuese alguien de la casa?
Respuesta. Lo que puedo decir es que, de los cinco miembros de la junta de gobierno actual, cuatro vamos a seguir aquí. Eso debe dar una señal muy clara de continuidad en el quehacer del banco central.
P. Un periodo de interinidad no parece el mejor mensaje a los mercados.
R. No lo calificaría como positivo o negativo. Creo que es una posibilidad que está contemplada en la propia ley para prever casos extraordinarios como el que podría suceder. No habría ningún vacío.
P. ¿Se ve como gobernador?
R. Es una pregunta que no puedo contestar en primera persona. Para alguien que, como yo, lleva tantos años en el Banco de México, es un honor y un privilegio estar en su junta de gobierno y trabajar por el bien del país. Es una posición que permite transformar y contribuir a la transformación de México.
P. ¿Cuáles serán los principales retos del próximo gobernador?
R. Más que de los retos del próximo gobernador, hablaría de los retos que enfrenta la junta de gobierno, porque todas las decisiones importantes que toma el Banco de México transitan por este órgano. Estamos en una situación que tiene su complejidad: México enfrenta un entorno externo particularmente complejo, pero ha venido construyendo desde hace muchos años elementos que le dan solidez y resiliencia frente a estos factores. Y el banco central seguirá siendo una fuente de certidumbre y de anclaje macroeconómico.
P. ¿Diría que el principal riesgo que enfrenta México hoy es la ruptura del TLC o la incertidumbre política ante las elecciones de julio de 2018?
R. La incertidumbre sobre el futuro del TLC ha sido uno de los elementos con mayor relevancia en los mercados financieros, en particular en el tipo de cambio.
P. ¿Y la política?
R. Es algo que todavía está relativamente lejano, pero es cierto que en el año entrante tomará mayor relevancia.
P. En un momento como este, la independencia del banco central se antoja fundamental. ¿Cree que está garantizada?
R. Está consagrada en la Constitución y ha sido un elemento muy importante para tener un manejo macroeconómico robusto y previsible. Hace 23 años que la autonomía empezó a funcionar, y creo que ha ido enraizando en la percepción pública el beneficio de que el banco central se maneje con un mandato claro, un horizonte de largo plazo y ajeno a los ciclos políticos.
P. La estabilidad de precios está en jaque en este momento: la inflación sigue muy por encima del 6% y el propio Banco de México, en su último informe trimestral, ya retrasa la convergencia con la meta de entre el 2% y el 4% hasta finales de 2018.
R. No diría que está en jaque, sino que está enfrentando un reto importante, fundamentalmente por factores externos como las afectaciones del tipo de cambio por la incertidumbre sobre el futuro del TLC y el alza de tasas de cambio en EE UU. Para el banco central es primordial que haya un ajuste ordenado sin traslado a la formación de precios y sin efectos de segundo orden. Es muy importante ser muy prudentes en cuanto a la postura monetaria.
P. La expectativa de que la inflación se prolongue más de lo previsto también puede retrasar la bajada en los tipos de interés, que muchos inversores y analistas esperaban para 2018…
R. Creo que el mercado ha especulado un poco: dada la incertidumbre, nosotros hemos sido muy cautelosos. Es difícil prever una trayectoria clara de las tasas de interés.
P. México se ha convertido, hasta cierto punto, una anomalía entre los países de la OCDE, con inflación alta, por encima del 6%, y tipos de interés también elevados, del 7%. ¿Cómo explica fuera del país esta asimetría?
R. Creo que se están combinando dos cosas: en las economías avanzadas predominan elementos que hacen que la inflación sea baja, como la globalización y el cambio tecnológico. En las economías emergentes hemos tenido, además de esos fenómenos, otros: a finales de 2014 y principios de 2015, la caída de precios de las materias primas dio lugar a una depreciación [de la moneda] muy significativa y eso llevó a unos incrementos muy considerables de la inflación. En México fue mucho más moderada, pero esta incertidumbre posterior ha dado lugar a una fuerte depreciación del peso.
P. Hace menos de un año, Carstens alertó de la “película de terror” que la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca podría significar para México. Ese filme, a la vista de las cifras macroeconómicas, todavía no se ha dado. ¿Teme que lo veamos en 2018?
R. No me gustaría elaborar sobre analogías que ha hecho Agustín Carstens: las usa y le salen bien, así que se las dejamos a él (risas). Lo que yo veo es que ha habido un proceso de aprendizaje general: muchas veces vemos noticias que pueden parecer inminentes y terminan no siendo así. Lo que importante es que estemos atentos para tomar las acciones necesarias.
P. ¿Está México preparado para enfrentar un shock externo de la magnitud de la salida de EE UU del TLC?
R. Nuestro escenario base sigue siendo que se alcance una versión nueva del TLC, pero la economía mexicana y su sistema financiero son resilientes frente a una amplia gama de choques y desviaciones de ese escenario. En los dos últimos años ya hemos podido hacer frente a varios factores de riesgo, con una combinación de política fiscal y política monetaria restrictiva.
P. ¿Qué medidas habría que tomar en ese caso?
R. Creo que no hay que adelantar vísperas. Todos estamos siguiendo con atención las negociaciones y reitero que nuestro escenario central es una versión nueva del TLC. En su momento habría que ver los términos y condiciones finales y cómo impacta a nuestras cuentas externas, pero siento que no hay que poner el foco en los escenarios extremos y poco claros.
P. Parece haberse instalado en el discurso político y económico la necesidad de reforzar el mercado interno mexicano para depender menos del sector exterior. Pero, con salarios que están entre los más bajos de América Latina en términos reales, parece difícil.
R. Los salarios deben ir siempre aparejados a ganancias en productividad. De otra manera podríamos tener episodios no favorables que ya hemos vivido en el pasado, cuando se creía que se podía acelerar el ritmo de aumentos salariales en desapego a la productividad. Es una carrera de largo aliento y, para que las ganancias sean sostenibles, deben estar siempre ligadas a productividad.
P. ¿No cree que se han dado mejoras de productividad que no se han trasladado a los salarios?
R. Una economía tan heterogénea como la mexicana puede tener diferentes historias en cada lugar y sector: sitios donde la productividad ha crecido y los salarios también lo han hecho, y otros en los que la productividad es baja. Hay que tener cuidado.
P. ¿Hasta qué nivel se podría subir el salario mínimo sin que afectase a la inflación?
R. No hay un monto crítico. Nuevamente, en la medida en la que su revisión guarde congruencia con la productividad, no habrá presión de costos. Entendemos que hay una brecha entre el salario mínimo y la canasta básica. Y consideramos que, si bien habrá un efecto sobre la inflación, al ser revisiones similares a las del año pasado, el incremento en los precios será moderado.
P. Estamos a las puertas de una gran rebaja fiscal a las empresas en EE UU. ¿Cómo va a afectar a México y de qué manera debe responder?
R. Desde el Banco de México no hemos expresado una visión al respecto porque somos muy respetuosos de las responsabilidades de otras instancias, en este caso la Secretaría de Hacienda. Sabemos que es un tema que se revisará, pero es temprano saber cómo va a quedar la reforma fiscal estadounidense en su versión final: todavía tiene un tránsito en el Legislativo. Estamos seguros de que Hacienda está haciendo los cálculos pertinentes.
P. Los homicidios en México batieron en octubre todos los récords. ¿Hasta qué punto la inseguridad es un factor de riesgo para la economía mexicana?
R. Lo que percibimos en encuestas a empresarios y a consumidores es que es una variable que gravita sobre la inversión y el consumo. En ese sentido, el mensaje que manda el banco es la importancia de reforzar esa parte institucional para poder obtener el potencial de los factores de capital y trabajo con los que contamos.