El 44% de los latinoamericanos afirman que los ingresos que perciben no les alcanzan para “cubrir satisfactoriamente sus necesidades” y las de su familia, según el Informe 2017 de Latinobarómetro. Al mismo tiempo, el 42% dice que “les alcanza justo” y sólo el 12% que están lo suficientemente bien como para ahorrar. Lo positivo es que hubo una reducción de nueve puntos porcentuales desde 2009, cuando el 53% decía que no ganaba lo suficiente. Lo negativo es que el 44% actual es el mismo que hace 20 años.
“La región se benefició desde 2003 de un boom en los precios y la demanda mundial de materias primas que la llevó a crecer a tasas promedio cercanas al 4% anual hasta 2013. Si excluimos a México del agregado regional, 70 centavos de cada dólar exportado en América Latina corresponde a materias primas agrícolas, energía y metales. Este patrón de crecimiento trajo consigo inversiones, dinamismo en los mercados laborales, y recursos fiscales que permitieron un mayor margen de maniobra desde el ámbito fiscal”, dijo a Infobaeel economista del desarrollo Eduardo Ortiz-Juarez, investigador del King’s College de Londres.
Alejandro Cid, profesor de economía de la Universidad de Montevideo, sostuvo que “es algo muy positivo que disminuya el número de personas que dice que sus ingresos no son suficientes para vivir”. Sin embargo, en diálogo con Infobae, recalcó que “el problema de América Latina hoy es la calidad de los servicios de salud y educación a los que accede la gente menos favorecida”.
El país que atraviesa la situación social más dramática es Venezuela, donde el 78% de los encuestados aseguran que el dinero que ganan lo les alcanza. Son 18 puntos más que el segundo más afectado, que es República Dominicana, con un 60 por ciento.
“En los primeros 6 o 7 años de la Revolución Bolivariana, la pobreza bajó. Pero con la crisis por el descenso de los precios del petróleo en 2010 y 2011 empezó a repuntar y ahora ha alcanzado niveles no conocidos en los últimos 50 años de la historia del país. Los datos de Latinobarómetro están en el contexto de esta situación en la que los índices de inflación y de pobreza son incontrolables, y hay una escasez generalizada de alimentos”, explicó Héctor Lucena, doctor en ciencias sociales y profesor de la Universidad de Carabobo, consultado por Infobae.
El problema de América Latina hoy es la calidad de los servicios de salud y educación a los que accede la gente menos favorecida.
Detrás de Venezuela y de República Dominicana hay tres países de América Central: Nicaragua (55%), Honduras (50%) y Guatemala (50%). Se mida como se mida, este subcontinente sigue siendo el de menores niveles de desarrollo económico y social. La gran diferencia con el resto de la región es que no se pudo beneficiar del boom de los commoditiesque impulsó el crecimiento en las naciones andinas y del Cono Sur.
“Estos dos grupos de países tienen una estructura productiva y comercial sesgada a las materias primas, en tanto que Centroamérica es más industrial —dijo Ortiz-Juarez—. Así, las fuerzas que ocasionaron cambios positivos en la mayoría de países de América del Sur son muy distintas a las de Centroamérica. En 2015 aún cerca de la mitad de la población de los países centroamericanos vivía en la pobreza. Han experimentado mejoras graduales, pero han sido relativamente nuevas, más o menos desde 2010, coincidiendo con la recuperación de la actividad industrial en América del Norte”.
Sorprendentemente, el país que tiene la menor proporción de personas con ingresos insuficientes es Brasil, con 31 por ciento. Si bien en la última década redujo notablemente la miseria, ningún organismo internacional lo sitúa como el país con menos pobres de la región. En cambio, no aparecen tan bien posicionados los dos que para la CEPAL tienen los mejores indicadores, que son Uruguay y Chile. Uno está sexto, con 37%, y el otro séptimo, con 38 por ciento.
Después de Brasil, comparten el segundo puesto, con 34%, Costa Rica y Paraguay, otro que tampoco tiene los mejores indicadores de condiciones de vida cuando se miran los datos socioeconómicos que se estiman habitualmente. Esto revela las tensiones que se pueden producir al comparar los datos objetivos, que miden los ingresos absolutos de las personas y los comparan con lo que pueden comprar en el mercado, y los subjetivos, que consisten en preguntarles directamente a los individuos cómo perciben su situación. El criterio con el que alguien responde si gana “lo suficiente para cubrir sus necesidades” puede ser muy variable, porque depende mucho de sus expectativas y ambiciones. Difícilmente sea igual para una persona que descendió en la escala socioeconómica que para una que ascendió, aunque terminen en posiciones similares.
La pobreza en Venezuela ha alcanzado niveles no conocidos en los últimos 50 años de la historia del país
“Aunque no podemos comparar directamente las medidas subjetivas de la pobreza con las objetivas, el hecho de que ambas muestren consistencia a la baja, y que dicha caída sea de una magnitud importante (por ejemplo, la objetiva cayó en la región de 42% a casi 24% en una década), es muy revelador de que las mejoras han sido parte de la realidad reciente de la región”, afirmó Ortiz-Juarez.
Menos probable es que haya tanta variación en los criterios para responder a una pregunta mucho más crítica para la supervivencia: “¿Cuán seguido usted o su familia no han tenido lo suficiente para alimentarse?”. Un 24% de los latinoamericanos reconocen que en el último año les pasó algunas veces. Los cuatro países que están en peores condiciones son los mismos que en la pregunta por los ingresos. El primero es, con un escalofriante 58%, Venezuela. Siguen República Dominicana (42%), Nicaragua (41%), Honduras (32%) y Guatemala (29%).
Donde sí hay más variación en relación al ranking anterior es en el otro extremo, entre los países con menor déficit alimentario. Chile es el que está mejor posicionado, con sólo un 7% que dice haber estado sin comida suficiente. El segundo lugar lo comparten Brasil y Paraguay, con 10 por ciento, y después viene Uruguay, con 11 por ciento.
Claves para combatir la pobreza
“La reducción de la pobreza objetiva estuvo influenciada básicamente por dos factores: los incrementos salariales, especialmente entre la población de menores ingresos; y una ampliación de las transferencias directas hacia los pobres, tanto condicionadas como no condicionadas, por ejemplo, pensiones no contributivas para adultos mayores”, apuntó Ortiz-Juarez.
En promedio, el 16% de los latinoamericanos reconoce ser beneficiario de algún programa de asistencia social. Lo interesante es que están difundidos por igual en países con mucha y con poca pobreza. Por ejemplo, en República Dominicana, donde el 29% de las personas dice que recibe algún tipo de ayuda estatal, y en Chile, donde lo admite el 27% de los consultados. Venezuela aparece tercero, con 23 por ciento.
La familia juega un rol clave en la formación de las habilidades de los niños
Una hipótesis posible para explicar por qué naciones con resultados tan diferentes tienen porcentajes similares de cobertura social es que los planes de asistencia chilenos son mucho más generosos y efectivos que los venezolanos y los dominicanos. Otra, que no necesariamente niega la anterior, es que mucho más decisiva para entender las diferencias es la economía. Chile tiene el mayor PIB per cápita de la región y goza de niveles de estabilidad y de competitividad sin igual entre sus vecinos. Venezuela, en cambio, es el ejemplo opuesto. El chavismo se dedicó sistemáticamente a destruir riqueza y, a través de controles torpes e ineficientes, hizo imposible la generación de valor. Así se comprende que la proporción de personas que pasan hambre sea 7% en uno y 58% en el otro.
“En Venezuela hay una concepción ideológica del modelo de desarrollo que desconfía de la propiedad privada —dijo Lucena—. Pretende sustituirla, y cuando no lo hace, la restringe, le impone regulaciones y límites. Es un modelo donde los militares tienen mucha influencia. El Gobierno les dio el control de la cadena alimentaria. Ellos inspeccionan los centros de producción, de distribución, de acopio y de transporte, y eso ha multiplicado una perversa corrupción en la que se pierden mucho dinero y recursos”.
De todos modos, el éxito —o el fracaso— de la economía depende también de otros factores. Uno de los más importantes es el capital humano, que en gran medida se adquiere en los primeros años de vida. “La familia juega un rol clave en la formación de las habilidades de los niños a través de la genética, de las inversiones que hacen los padres en sus hijos, y del medioambiente que eligen para ellos”, explicó Cid, citando al premio Nóbel de Economía James Heckman. Esta sea quizás la mayor fuente de desigualdad en el mundo, y la más difícil de combatir, ya que no alcanza con transferir recursos de un sector a otro.
El gran problema de las inversiones en capital humano es que se vuelven menos efectivas a medida que las personas crecen. Si en un niño tienen su máximo potencial, en un adolescente ya es mucho más difícil que consigan los mismos efectos. “Esas inversiones impactan no sólo en factores cognitivos sino también en no cognitivos, como la perseverancia, la motivación, la aversión al riesgo, el autoestima, el autocontrol y la preferencia por el ocio —dijo Cid—. La dicotomía talentos-habilidades es engañosa: no existen rasgos meramente heredados sino que talentos y habilidades son maleables y están estrechamente interconectados”.
Hay que otorgar a las familias herramientas para ser mejores padres y educadores
Esos rendimientos decrecientes explican el fracaso de muchos programas educativos. La única forma de producir un cambio que permita ayudar a las personas a mejorar sus capacidades es transformar los sistemas escolares desde el nivel inicial y dar elementos a las personas de menores recursos que les permitan potenciar a sus hijos.
“Responder la causa de la pobreza persistente en algunos países pasa por explorar las inversiones que se hacen en capital humano. Un paso concreto en este sentido es otorgar a las familias herramientas para ser mejores padres y educadores”, concluyó Cid.
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