Su silencio, frío y metálico, señor presidente, tiene un único apellido y se llama Odebrecht, pero no por los sobornos, un apuro que ha forzado el despliegue de las carpas del circo; el espectáculo censurado está por verse y créame que estamos pendientes de su actuación. Las coimas de Odebrecht fueron pagadas para recibir en contrapartida jugosas compensaciones. Para lograrlo, la constructora empeñaba la voluntad de candidatos a la presidencia con perspectivas electorales auspiciosas a través del financiamiento de sus campañas: contrataba y pagaba los servicios de Joao Santana (estratega de marketing usado por el Partido de los Trabajadores de Brasil, de cuyo servicio derivó 50 millones de dólares en ese país) para así, una vez en el gobierno, recibir el pago de su “contribución” en obras públicas atribuidas a través de licitaciones manipuladas.
Lo siento, señor presidente, pero no hay manera de desdibujar el cuadro por más retoques surrealistas que le den: no hubo cambios de matices ni texturas, ese fue el estándar operativo admitido por los ejecutivos de la firma brasileña en las campañas de Lula da Silva (2006), Dilma Rousseff (2010-2014), Hugo Chávez (2012), Nicolás Maduro (2014), Mauricio Funes (2009) y José Eduardo Santos (en el poder en Angola desde 1979). En su caso, el calco fue impecable, casi perfecto, quizás con “menudas” diferencias: usted, señor presidente, consintió que el centro mundial de sobornos de Odebrecht (departamento de operaciones estructuradas) operara a pocas esquinas de su despacho; usted recibió la asistencia de Joao Santana para dos periodos; usted lo privilegió como contratista del Gobierno dominicano en desmedro de otras firmas locales sin considerar los groseros conflictos de intereses implicados; usted le pagó cientos de millones de pesos con dinero público y al amparo de códigos opacos de contratación; usted ni sus funcionarios han aportado pruebas de las condiciones ni procedimientos de contratación; usted mantuvo abierta su cuenta sin considerar su apresamiento en Brasil ni la dimensión del escándalo internacional que ya despuntaba, que para colmo traía el infesto de sus propias campañas.
Se devela así la razón de su primer viaje al exterior como presidente electo, justamente a Brasil, visita que fue “aprovechada” por el propio presidente de Odebrecht, Marcelo Odebrecht, quien no dudó en acreditarlo frente a la presidenta Dilma Rousseff a través de despachos electrónicos del 5 y 6 de julio de 2012, dirigidos a sus asesores especiales, Giles Azevedo y Anderson Dornelles en términos inequívocamente claros: “Dada la importancia de nuestro trabajo en el país (República Dominicana), sería importante que la presidenta Dilma pueda en su próxima reunión con el recién electo presidente dominicano, fortalecer la confianza que tiene la Organización Odebrecht para cumplir sus compromisos; la provisión de, a través del BNDES, para apoyar las exportaciones de bienes y servicios de Brasil, continuando con los proyectos de infraestructura prioritarios para el país”. Ahí se concibió su primorosa hija: ¡Punta Catalina!
El 8 de marzo de 2017, señor presidente, en una salida muy apurada, usted, ostensiblemente aturdido, declaró a la prensa: “A Joao Santana lo pagamos nosotros. El pueblo apoyó nuestra candidatura y el pueblo la financió”. Si aceptamos su hipótesis, entonces díganos ¿por qué no aparecen pagos a favor de las sociedades de Joao Santana en los estados financieros del Partido de la Liberación Dominicana en la Junta Central Electoral? Ahora se revela la verdad de su taimada “sinceridad” cuando a través de una solicitud de tres diputados, la Contraloría General de República certificó libramientos hechos por el Gobierno dominicano a favor de las sociedades de Joao Santana por cientos de millones de pesos. Claro que fue el pueblo quien lo financió, pero no como su asesor electoral (eso lo pagó Odebrecht), sino como contratista privilegiado de su despacho pagado con fondos de la hacienda pública. Así si es bueno.
Explíqueme, señor presidente: si Odebrecht no pagó los servicios de Joao Santana a sus campañas, ¿por qué en la cuenta bancaria de una de las sociedades de éste, Cine&Art 2013 SRL, abierta en un banco de la República Dominicana, se declaran transferencias por un total de US$4,396,000.00 procedentes de Perú hechas por una sociedad de carpeta vinculada al señor Gonzalo Eduardo Monteverde, socio local de Odebrecht en ese país, en una clásica operación de triangulación financiera? ¿Por qué Hilberto Mascarenhas Alves da Silva Filho, jefe del departamento de operaciones estructuradas de Odebrecht declaró ante el Tribunal Superior Electoral de Brasil el aporte de fondos de Odebrecht a su campaña, hecho corroborado por los ejecutivos Fernando Migliaccio y Luiz Eduardo da Rocha Soares en sus deposiciones ante el Tribunal Superior de Justicia de Brasil? ¿Por qué Joao Santana y Mónica Regina Cunha Moura admitieron ante el juez federal Sergio Fernando Moro, recibir fondos a través de la sociedad panameña Shellbil Finances, SA., con cuentas en el Banco Heritage de Suiza para las campañas que asesoraban en el exterior, incluida la de la República Dominicana? No nos subestime, señor presidente, no somos tarados ni asuma que todo el que escribe en este país lo hace por dar eco. Para colmo, esos vocingleros cobran de nuestros impuestos para arropar una de las tramas más siniestras de ocultamiento de la historia.
¿Tiene usted una valoración tan pedestre de la inteligencia social como para creerse liberado en un escándalo guisado al hervor de Punta Catalina? Explíquenos: si Punta Catalina fue la última obra construida por Odebrecht en su gobierno y para usted está “limpia”, ¿por qué durante los dos años (2012-2014) de su gobierno Odebrecht pagó algo más de la mitad de la suma total de los sobornos desde el 2001? ¿Para cuáles obras? ¿Para cuáles financiamientos? ¿Quiénes han sido investigados? ¡Diga algo!, señor presidente.
Entiendo su silencio, porque no hay forma de hablar cuando las circunstancias son tan abrumadoramente adversas. Creo que al menos ese contratiempo le robó la intención de reelegirse que ya comenzaba a cosquillearlo. Pero no crea que eso es suficiente; tarde o temprano la verdad saldrá. ¡Júrelo! Lo que le queda es ir preparando su salida de manos de aquel candidato que le garantice un pacto seguro de indemnidad política y judicial. No suspire aún, señor presidente, las circunstancias, como fuerzas alucinadas y poderosas, a veces ponen las cosas en el lugar nunca esperado.